martes, septiembre 24, 2013

NOTICIA 1248ª DESDE EL BAR: CONTRADICCIONES ALCALAÍNAS

Hace años, cuando yo estaba aún cursando la carrera universitaria de la licenciatura de Historia, se nos ocurrió a un grupo de colegas de estudios realizar un cortometraje documental de la Historia de Alcalá de Henares en respuesta a un trabajo que debíamos hacer para una asignatura de Historia Moderna. Se llegaron a realizar las grabaciones de las localizaciones, y llegamos a redactar el guión. Incluso llegamos a montar con voz en off algunas escenas, pero no se concluyó. Era octubre, muy a comienzos de curso, cuando yo mismo decidí ir al interior de la Catedral de los Santos Niños Justo y Pastor para localizar qué nos pudiera interesar y para localizar el nombre de la persona que estuviera autorizada para darnos un permiso de grabación con ese fin (cosa que se logró días después, aún conservo la tarjeta del secretario del obispo de por entonces, que no era Reig Plá). La cuestión es que apenas pasé la primera puerta me di de bruces con dos policias nacionales haciendo guardia para controlar a quien entraba. La sala estaba preparada para una misa y estaba llena de policías vestidos de gala, algunos con condecoraciones, guardias civiles igualmente ataviados, obvios familiares civiles de estos emperifollados, y un clero mínimo que supongo debía ser el propio obispo y otros a su servicio. Imagino que también habría otras autoridades locales. Yo, inocente de mí que no sabía que ese día era el Día de la Policía Nacional, vestía con un pantalón vaquero roto, pelo largo más allá de los hombros, mis gafas y mi mochila, pues me había comprado unos libros precisamente con relación a la asignatura de Historia Moderna que nos motivaba a hacer el documental. Ni que decir tiene que el policía me detuvo al instante en la segunda puerta de la entrada. Me preguntó por mi nombre y por qué motivo estaba allí. Me acuerdo que le dije simplemente que iba a la iglesia, sin darle más explicaciones. No sé si le convenció demasiado, porque me preguntó por mi mochila y me la hizo abrir. La abrió él mismo y sacó uno por uno los libros que había comprado, "La España Imperial", por Stanley G. Payne, "Las esencias patrias", por Fernando Wulff, y "Revoluciones y rebeliones de la Europa Moderna", por Smit, Stone, Elliott, Mousnier y Raeff. El policía se quedó literalmente unos minutos circunspecto en silencio mirándome a mí y a los libros, sobre todo a los dos primeros que he citado. Estaría entre la extraña sensación de encontrarse ante un caso paradójico para sus enseñanzas policiales acerca de tópicos sobre el aspecto de las personas o bien considerando el grado de cretinismo en mi persona ante tal paradoja, sin considerar que simplemente podría ser efectivamente una coincidencia que yo, estudiante universitario, estuviera allí intentando entrar en la catedral ese día precisamente con esos libros en mi mochila. Simplemente me informó de que no se podía acceder porque era el día de la policía y que debía irme, cosa que hice.

La Plaza de los Santos Niños está siendo enjaulada esta semana alrededor de la catedral. El jueves 26 de septiembre se celebrará el Día de la Policía Nacional, y este año no se limitará a una misa, viene el Príncipe de Asturias, Felipe de Borbón. Por el perímetro que abarca "la jaula" y por su instalación en lunes, queda claro que no quieren ciudadanos cerca el jueves. O quizá hay que decir que no quieren que se escuchen las voces de protestas sociales que acompañan ya a gobierno y a miembros de la Casa Real allá donde van.

El Príncipe viene mucho a Alcalá de Henares a todo tipo de actos y de visitas desde que se casó con Letizia Ortiz, todo hay que decirlo. No sé, tal vez le guste nuestra Historia y cultura acumulada. Pero no se debieran olvidar que esta existe por los ciudadanos, y que no se daría ni sería comprensible sin ellos. Aunque claro, eso me lleva al curioso caso publicado por el semanario de noticias locales Puerta de Madrid.

Según el Puerta de Madrid de esta semana el alcalaino Juan Vilches, que ha ganado el Premio de Novela Ciudad de Cartagena, es el mejor escritor alcalaíno después de Miguel de Cervantes. Lo sentimos Arcipreste de Hita, eres un Don Nadie para ese periódico. Es que además, así a voz de pronto, que sean escritores autóctonos de Alcalá de Henares y escritores aparte del medieval Arcipreste de Hita, se me ocurren Manuel Azaña, que tambíen tiene novelas y teatro y está considerado precisamente uno de los importantes de la Edad de Plata de la Literatura Española, tenemos al doctor en Medicina del siglo XVI Francisco Díaz, que también escribió poesía, tenemos al muy conservador García Cuevas a comienzos del siglo XX, que escribió la primera distopía española, aunque no sea muy conocido, y probablemente alguno más, yo sólo cito de memoria ahora mismo. Pero anteponer a Juan Vilches a cualquiera de estos, y sobre todo al Arcipreste de Hita, me parece un gran despropósito. Vaya de antemano que no tengo nada contra Juan Vilches, ni contra su obra, que la desconozco. No le quito méritos si los tiene. Es más bien sobre las consideraciones que la prensa local ha hecho sobre su premio y sobre su obra a raíz del mismo. Porque además, según el mismo semanario, ese premio es el más alto reconocimiento literario en España después del Premio Cervantes. Lo sentimos Premios Planeta y Nadal, no valéis un céntimo ni prestigio alguno, parece ser. Que bien informados nos mantiene nuestra prensa local, ¿verdad? Pues por ahí es por donde se empieza a medir una sociedad.

Claro que ¿qué podemos pedir cuando tenemos una ciudad cuyo alcalde, Javier Bello, se plantea hacer del río en parte un centro de negocios privado, o bien hacer de la antigua residencia de estudiantes del siglo XVI, posterior cuarteles de Lepanto, la sede de un gran centro comercial? Y eso, aparte de lo brutal para el significado cultural y la aportación histórica de tal edificio a la ciudad, es todo un ataque al pequeño comercio. Alcalá de Henares tiene sobresaturación de grandes centros comerciales. Por esa misma razón la competencia se llevó por medio a centros como El Val o casi todos los negocios de Cuadernillos, por no hablar de los pequeños comercios de varias galerias de mercados tradicionales, y la gran cantidad de los pequeños comercios de barrio, tan necesarios. Poner un gran centro comercial en el centro neurálgico de la ciudad podría tener unos efectos en los pequeños negocios del distrito centro (y de buena parte de otros distritos) totalmente devastadores para todo ese pequeño comercio. Aunque estamos hablando de una gestión de gobierno local que presionado por una mayoritaria opinión popular prefirió hacer una medida populista en lugar de tratar de explicar uno de los pilares de la democracia: la igualdad sin discriminación. Mucha gente quería eliminar los negocios regentados por personas de origen chino en el centro de la ciudad. Para ello la principal razón esgrimida era que ofrecían competencia desleal ya que sus precios eran muy bajos (aunque la ley prohibe acordar precios entre negocios, dejando que cada empresario fije sus precios, salvo los que se reserva fijar la ley, pero en fin, tampoco hubo intención de explicar esto a los ciudadanos). Otra razón era que sus negocios eran antiestéticos para la Calle Mayor, y pedían fomentar el "comercio tradicional". La verdad es que esos negocios eran mayoritariamente de bazar y de frutos secos-panadería, por mucho que la gente los llame "tienda de chinos". De hecho, en la Calle Mayor hay panaderías-frutos secos regentadas por españoles, y también varios negocios que venden diferentes tipos de artículos, a modo de bazar, nadie les ha dicho nada, y es ahí donde se ve la doble moral en ese argumento. ¿Molestaba el tipo de negocio o el origen natal del dueño del negocio? Se hizo una normativa municipal que ya se lleva aplicando desde hace un año o un año y medio, por la cual queda prohibido renovar la licencia de determinados tipos de negocios. Obviamente va contra la ley, la Constitución y la democracia citar que se prohibe a determinada etnia, personas de una religión, o de otro país el tener negocios. Esos determinados tipos de negocios coincidían con exactitud con los que tenían los chinos, por lo que me parece que lo que se buscaba era prohibir las tiendas de propietario chino, pero sin aludir a tal asunto en la normativa. Lo de la estética es muy subjetivo. Los locales regentados por chinos que se han ido (han permanecido de momento otros cuya licencia aún perdura) han sido ocupados por innumerables negocios de heladería, algunos altamente horteras en su estética. En plena calle medieval, protegida su estética por la UNESCO mediante el título de Patrimonio de la Humanidad, se les ha permitido poner negocios con estridentes luces fluorescentes y grandes cristaleras que rompen todo el conjunto arquitectónico medieval ineludiblemente. Javier Bello, el alcalde, se felicitaba a sí mismo por este logro en una entrevista en Diario de Alcalá. Por cierto que el comercio tradicional que se citaba no es el de las grandes cadenas nacionales e internacionales (que alguna se ha puesto), ni el de supermercados, sino el del pequeño comercio. Y hay que andar con cuidado sobre ese aspecto, porque que yo recuerde en la Calle Mayor lo que había al menos en los años 1980 y parte de los 1990 era una tienda de armas, una cerería que vendía también bacalao expuesto en la puerta, una funeraria, las famosas tiendas de lencería que tanto molestaban cuando la vendían los chinos posteriormente, en fin, y estas cosas similares.

Sin embargo, hace unas semanas un amigo tenía que hacer unas compras personales en Primark, y me ofreció acompañarle. Esta cadena comercial reúne muchas contradicciones en su clientela. Los precios son baratísimos, mucha gente va a comprar allí por ello. Él tenía que comprarse calzado. Lo encontró a 4 euros, y vi camisetas a 2 euros y otros productos a precios similares, que son precios aún más baratos que en las tiendas regentadas por chinos. Hace preguntarse que si a esos precios Primark tiene beneficios como para ser una cadena de grandes superficies comerciales, ¿a qué precio de producción están esos productos y en qué condiciones laborales los que los fabrican? Y realmente la contradicción de la clientela está en que estoy convencido que, no todos, pero sí muchos, estarán en contra de los comercios regentados por chinos a modo de bazar y dirán cosas como la competencia desleal o las malas condiciones laborales de los trabajadores. Cuando en realidad para un pequeño comerciante Primark le hace tanto o más mal que un bazar chino. Y las trabajadoras de Primark (sólo vi un chico trabajando en toda la tienda, todo eran mujeres) dudo mucho que tengan buenos sueldos, aunque sí que creo que deben tener horarios extensos y, por lo que vi en la organización a la hora de pagar (un tanto de orden militar en el que la gente ya casi no cae en darse cuenta de él ya que otros comercios lo han adoptado también, por ejemplo Carrefour) pues digo que por lo que vi en la organización al pagar tengo la impresión de que a las cajeras les exigen un rendimiento tal como cumplir con un objetivo de tiempo y servicio al cliente que deshumaniza la relación, pasando a ser el cliente otro objeto más de la cadena casi fabril, donde la tarea del cliente no es quedarse satisfecho (eso es un objetivo del comercio, pero...), es que deposite su dinero y deje paso rápido a otra pieza de la cadena (cliente) que deje también su dinero. Y que conste que si señalo la relación bazar chino-Primark no es para criticar al comercio regentado por chinos, sino para remarcar las contradicciones de algunos sectores sociales de la clientela Primark.  

Contradicciones alcalaínas. A una sociedad se la mide en parte por su cultura. Pues hay que trabajar más en lo humanístico, o al menos en algunos de sus aspectos, creo. Saludos y que la cerveza os acompañe.

No hay comentarios: