lunes, febrero 24, 2014

NOTICIA 1310ª DESDE EL BAR: EL FRÍO QUE NOS ACOGE MIENTRAS LOS ROBOTS CAMINAN ENTRE LOS HUMANOS (capítulo 8)



Capítulo 8: Un arroz con bacalao.

En la cocina de uno de los restaurantes más prestigiosos de Alcalá de Henares D.F. se trabajaba a todo ritmo. Tenían en su salón a la alcaldesa Anna Guillou reunida con otras personalidades de la ciudad, a la espera de recibir a algunos invitados destacados de Indonesia. Patricia S.G., Patri S.G., como era conocida de manera popular, estaba cocinando en persona para ellos. La famosa cocinera de la ciudad flotante era un personaje muy carismático y querido. Tenía incluso un programa televisivo local que era altamente conocido incluso en otras ciudades galácticas. Anna Guillou solía ir a su restaurante siempre que tenía unos invitados a los que agasajar. A Patri S.G. le gustaba aquello, por eso siempre que venía se encargaba personalmente de la cocina. A pesar de que su organización era algo caótica. No le gustaba dar órdenes directas a sus pinches, lo que hacía de su lugar de trabajo un territorio donde todo el mundo experimentaba sabores. Quizá por ello tenía una variedad de recetas tan amplia que si lo hubiese deseado hubiera podido poner un menú de comida distinto todos los días de la semana, incluso entre la comida y la cena, y aún le faltaría tiempo para seguir poniendo sus platos diversos.

Aquello no era fácil, eso es lo que le hacía popular. La comida en una ciudad galáctica no era tan variada y disponible como en los planetas. Existían las comidas sintéticas, que, aunque tenían estimuladores del sabor muy desarrollados, no eran de igual calidad que los alimentos que se producían de formas más naturales. También ayudaba la química que permitía una mayor conservación de la comida. Por supuesto también estaban los intercambios, compras y suministros producidos o venidos de otros lugares de la Federación, pero estos eran espaciados en el tiempo. La ciudad podía producir una limitada aunque suficiente producción de alimentos vegetales, incluso tenían un criadero de algas, y contaba con una producción de alimentos de origen animal, pero estos eran casi un lujo. Los alimentos sintéticos eran más fáciles y baratos de obtener. Los alimentos naturales eran caros, pero su valor alimenticio y sus cualidades culinarias eran superiores. Aún con todo, siempre había alimentos cuyo origen natural le era inaccesible a la ciudad viajera sin ayuda de un intercambio, una compra o el recibo de un suministro exterior, el ejemplo más básico estaba en el pescado marítimo y en gran parte del fluvial. Así pues, Patri S.G. había logrado una cocina de gran calidad y numerosos sabores con las limitaciones que proponía la vida en una ciudad galáctica. No sólo era admirada y seguida por mucha gente que imitaba sus recetas como buenamente podían, sino que además había logrado un reconocimiento muy exclusivo en la sociedad local.

Los tratos recientes con Indonesia y la aproximación a su órbita suponía una de aquellas oportunidades para renovar las despensas con productos preciosísimos. Los primeros en poder probar una muestra de ellos iba a ser la alcaldesa y sus invitados, a costa de uno de ellos. Yogui le había regalado al restaurante una serie de alimentos que iban a ser parte de los platos de aquel día. Indonesia era muy rica en productos de pescadería. Patri S.G. había optado por cocinar de primer plato unos Calamares Pies Negros. Su caldo no era nada graso. En un cazo grande había puesto un poco de aceite de oliva para poder sofreír cebolla y tomates cortados en cachos muy pequeños. Los tomates habían soltado agua, así que no se sofrieron exactamente, pero se iban haciendo. Patri S.G. puso un vaso lleno mitad de agua y otra mitad de tomate que había triturado y frito. Y sal, poca. Según se fue calentando, añadió una cucharada pequeña de mostaza. Añadió cominos y lo removió. Al cocer puso dentro de aquel caldo los calamares cortados en aros, acompañados de guisantes. Bajó el fuego de una intensidad media a una intensidad lenta. Cuando volviese a reactivarse la cocción burbujeante, que tardaría, lo dejaría un rato así para que tomara el líquido una textura y un sabor tan rico como anaranjado. El nombre Calamares Pies Negros le venía por cuestiones del origen de los ingredientes. El comino era de origen magrebí y la mostaza, francesa, regiones de La Tierra, el planeta madre. Puesto que la mostaza era francesa, y aquellas regiones tuvieron presencia francesa en el pasado histórico, el nombre de “pies negros” fue el que recibieron los franceses que vivieron en Argelia, un país de aquella región del Zagreb, cuando era francesa en los siglos XIX y XX, los cuales, tras la independencia de Argelia en la segunda mitad del siglo XX mediante una guerra, tuvieron que irse de allí de vuelta a Francia. Anna Guillou pertenecía a aquella región terráquea, y en parte Patri S.G. había elegido aquel plato, que por otra parte lo inventó un escritor alcalaíno, en cierto modo un poco en honor a ella. Había pocas cosas en la alta sociedad de la ciudad que no se hiciera en honor a ella.

En el salón del restaurante ya estaban sentados a la mesa la alcaldesa Guillou, su directora de asuntos turísticos, Ma Ría Ría, el antiguo gestor Enrique Bermejo y don Juan Manuel, que esperaban a sus invitados. No tardaron demasiado. Miguel Ángel Rodríguez llegó acompañado de Juanca López. No mucho más distanciados en el tiempo llegó la indonesa Ana Cañas con el magnate Yogui y el historiador M. Basterra. Los últimos en llegar fueron los presidentes y entrenadores deportivos Jimmy de Jesús y Alejandro Remeseiro. En la mesa ya estaba servido una especie de pisto para que fueran picoteando algo con unas rebanadas de pan. Estaba hecho de pimientos rojos y verdes, cebolla, calabacines y tomates. Su paso por el fuego había durado unos cuarenta minutos. Algo tan sencillo y simple había requerido para Patri S.G. un mimo y paciencia cuidados. Aunque su función en la mesa era un mero tránsito en la espera, para ella era fundamental que cada plato servido fuera elaborado en el enriquecimiento de su sabor como si fuera el plato fundamental.

Los camareros llenaron las copas de vino al instante y les dejaron degustar aquel comienzo. Trajeron aquel plato de cuchara que eran los Calamares Pies Negros unos diez minutos más tarde.

Tras los saludos entre todos, Anna Guillou abrió la conversación. Ya se habían visto protocolariamente en un acto anterior. No era necesario ahora ceñirse a aquel protocolo. Menos en una comida. Tenía ante ella a don Juan Manuel y a Enrique Bermejo, por quienes ahora llevaba en uno de sus ojos un parche. No había explicado a nadie el atentado contra su vida vivido recientemente, apenas explicó que había sufrido un accidente. Confiaba en reparar su ojo en cuanto llegara a un destino adecuado donde la tecnología fuera lo más sofisticada posible para no caer en errores. Los ciudadanos no aceptarían muy bien que su alcaldesa fuera en buena parte alguien con gran parte de sí misma físicamente robot.

-Creo que la ciudad e Indonesia podrán compartir un sueño maravilloso en los próximos días –dijo-. La señorita Cañas y Ma Ría Ría tuvieron una excelente idea celebrando un encuentro deportivo.

-Gracias. Pero no olvidemos la generosidad del señor Yogui –apuntó Ma Ría Ría sonriendo a Yogui en referencia a su aportación del criogenizado Borja Montero para realizar una exposición de Historia sobre el músico tan apegado a la vieja ciudad madre. Yogui le respondió con un movimiento de cabeza mientras bebía.

-Por supuesto –contestó Anna Guillou-. Todos le estamos muy agradecidos por acordarse de nosotros, señor Yogui –Yogui volvió a agradecer con un movimiento de cabeza mientras daba otro sorbo de vino-. Soñar es bello y creo que podremos hacer realidad este de poder realizar juntos el reconocimiento federal de la ciudad.

-Sueños, que serán realidades. Los sueños son bellos, sobre todo cuando tienen beneficios –dijo Miguel Ángel Rodríguez.

-Por los sueños –propuso un brindis Juanca López.

-Por los sueños –brindaron todos.

Todos bebieron.

-Aunque no todos los sueños son agradables a veces –dijo la alcaldesa mirando a Enrique Bermejo.

-¿Lo dice por su ojo? –preguntó M. Basterra directamente, al recordar que la propia alcaldesa les había explicado que había sufrido un accidente al levantarse de la cama.

-Que accidente más tonto… -contestó la alcaldesa-. Pero verán, por ejemplo yo esa noche soñé que alguien me estaba traicionando y creándome un gran mal sin dejarme entrar en una sala, pero que al lograr yo entrar en la sala al fin todos salían y me encerraban con llave en ella… debe ser el calor… En mi dormitorio hace calor, aunque aquí, en la ciudad, el ambiente es últimamente algo frío, y es tremendamente seco. Yo me desperté. Fui a beber agua, se apuntó a acompañarme mi gata y le abrí el grifo de agua para que también ella bebiera. Acariciar su pelaje fue agradable. Los gatos son muy fieles, pese a que tienen fama de traidores. Fue tan horrible soñar con una traición.  

-Debe serlo, aunque las pesadillas de unos a veces son los sueños de otros –bromeó Miguel Ángel Rodríguez mirando a Enrique Bermejo.

Enrique Bermejo sonrió.

-Sólo a veces –dijo el antiguo gestor madrileño-. Pero estamos ante gente civilizada. La alcaldesa sólo sufrió una pesadilla. Su sala es esta ciudad federada… aunque en realidad creo firmemente que la legalidad demostrará que sigue siendo un área metropolitana de Madrid D.F.; no debiera preocuparse, ella es alcaldesa de un distrito federado, de momento, nadie le ha impedido entrar… y nadie le impedirá salir.

Los asistentes rieron la gracia, incluso la alcaldesa sonrió mirándole.

-De eso puede estar seguro –dijo Anna Guillou manteniendo la mirada aún.

-Bueno, no saquen ahora sus disputas –dijo Yogui-. Disfruten de la comida. Aprovechen este momento.

Todos asintieron y comenzaron pequeños corrillos de conversación con sus compañeros de mesa. Sólo don Juan Manuel no era muy dado a hablar en aquella ocasión. No sólo no comprendía que Paul Helldog hubiera fallado su disparo, que según él había sido un blanco claro, fácil y limpio. Pero ahí estaba ella, viva y con un parche en el ojo, tal vez por golpearse en la caída. No tenía ni un rasguño del roce de una bala, ella estaba ante ellos. Enrique Bermejo también lo sabía. Estaba en el fondo nervioso, pero trataba de ocultarlo, a pesar de que no podía evitar consultar la hora a cada momento. Don Juan Manuel no sólo no comprendía el primer fallo de su francotirador, aún no había visto a su hijo Grisóstomo desde su regreso de Indonesia. Había mandado ir a buscarle a John Snow, pero aún no sabía nada de él. Eso le hacía estar taciturno en una comida obligada que concernía, en cierto modo, a sus negocios.

Entre tanto, un tanto lejos de allí, Doxa Grey, la secretaria de Anna Guillou, se encontraba en su casa sumergida en el intrincado mundo de la información. Múltiples cables y tarjetas la hacían explorar el mundo cibernético en donde rastreaba la vida privada de Enrique Bermejo. Anna Guillou sabía que don Juan Manuel era un mero empresario del crimen, de momento necesario. Su problema era el antiguo gestor. La eliminación de Enrique Bermejo era la necesidad. Doxa Grey cumplía las órdenes de intentar incomunicar al señor Bermejo con cualquier lugar fuera de Alcalá de Henares D.F., el objetivo era deshacerse de él transformándole previamente en un traidor a los suyos. No le echarían de menos. Don Juan Manuel no debía ser tocado, le dijo Anna Guillou, quien jugaba su partida de ajedrez. Doxa obedecía reservándose la venganza en frío en cuanto le fuera posible. Los paradigmas de la codificación iban cayendo o cediendo progresivamente. Mientras Enrique Bermejo esperaba su segundo plato, Doxa Grey, lejos de él, estaba tan cerca como para borrar sus contraseñas oficiales como político de la Federación.

Patri S.G. había preparado un segundo plato peculiar como segundo plato, un arroz con bacalao. Yogui les había regalado un excelente y enorme bacalao desalado que ahora mismo descansaba deslascado bajo un paño en su enorme paellera, donde había cocido unos veinte minutos, después de haber sido cocido previamente con una hoja de laurel, cuyo caldo lo usó para esa otra cocción. Claro que el bacalao entre medias había sido añadido a un sofrito de cebolla, ajo, pimiento rojo, tomate y sal para que dorara. En la cocción segunda era donde añadió el arroz, con pimentón dulce, otra rareza en las cocinas de las ciudades espaciales, y azafrán, una rareza aún mayor. Los bacalaos eran peces apreciados. Era una de las especies más introducidas en las faunas de los planetas habitables más acuosos. A Patri S.G. le gustaba mucho poder trabajar con aquel pescado. Decidió llevarlo ella misma a la mesa. Los asistentes la recibieron con un pequeño aplauso. Patri S.G. no era una gran diplomática, pero servía por igual a unos que a otros. Por su posición social conocía los pormenores políticos entre Anna Guillou y Enrique Bermejo, pero también lo que se decía de los negocios de don Juan Manuel. Igual le daba el respetable hombre de negocios Miguel Ángel Rodríguez, que un ciudadano que trabajara en los muelles de carga. Patri S.G. podía parecer caótica con sus pinches de cocina, pero su caos consistía en la inexistencia del mismo. Era amante de la cocina y de su trabajo. Adoraba que apreciaran comer lo que cocinaba. Su caos aparente lo era sólo a ojos de los demás, porque no tomaba partido. Era una caótica neutral.

En cuanto el arroz con bacalao fue servido todos comenzaron a comerlo con sus corros de conversación ya hechos, levemente interrumpidos por pequeñas conversaciones que afectaban a todos los asistentes, sin gran trascendencia. Anna Guillou supo disimular bien lo que en esos momentos estaba perpetrando contra Enrique Bermejo. Este comía, mientras su mundo se borraba.

Mientras la alcaldesa recibía un mensaje privado transmitido por Doxa sobre un extraño descubrimiento, se acercaba a la mesa John Snow. Se inclinó sobre el oído de don Juan Manuel y le dio una pequeña nota. Don Juan Manuel la leyó para sí. Hizo un gesto para que se retirara John Snow. Don Juan Manuel estaba lleno de ira en esos momentos. Pero se contenía. Apretaba sus labios. Habían encontrado la pierna de Grisóstomo, su amado hijo, en la galería de lanzamiento de una cápsula de emergencia. En silencio comió su arroz con bacalao, mientras masticaba su venganza contra la alcaldesa. Sólo ella, la superviviente del ojo tuerto, pensó, había podido matarle.

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