domingo, abril 27, 2014

NOTICIA 1332ª DESDE EL BAR: LEÍDO

A UN HOMBRE DE GRAN NARIZ

Érase un hombre a una nariz pegado,
Érase una nariz superlativa,
Érase una alquitara medio viva,
Érase un peje espada mal barbado;


Era un reloj de sol mal encarado.
Érase un elefante boca arriba,
Érase una nariz sayón y escriba,
Un Ovidio Nasón mal narigado.


Érase el espolón de una galera,
Érase una pirámide de Egito,
Los doce tribus de narices era;


Érase un naricísimo infinito,
Frisón archinariz, caratulera,
Sabañón garrafal morado y frito.

(Francisco de Quevedo, siglo XVII)

Quizá se esperaba de mí ayer que leyera esto en el recital que di en los festejos del Día Internacional del Libro en Alcalá de Henares. Aunque hablando con los organizadores yo ya aclaré que iba a leer poemas exclusivamente compuestos por mí. Muchos niños se acercaron a escuccharme y sus padres se los llevaban. Posiblemente atraídos por la potencia de mi voz. Sólo unas pocas personas permanecieron todo el recital, y otros bastantes muchos fueron peregrinos en uno u otro momento de recital. Mis temas fueron secos, poemas muy influídos por la actual crisis económica y la crisis de valores. Que es algo que más o menos ahora mismo más me motiva para escribir. Mi recital era para todo el mundo, expuesto en la calle, no para niños en concreto ni para ancianos en concreto. Y desde luego cualquiera podría escucharlo. No es tarea mía como escritor educar a los niños, esa es tarea de sus padres, de sus maestros, de su entorno más inmediato, pero desde luego sí que creo que no ocurre nada porque los niños de vez en cuando se acerquen al mundo de los adultos. A mí la presencia de ellos me hizo gracia. La verdad es que creo que los padres hubieran preferido poemas más clásicos, como este, y también algún que otro adulto sin niños a su cargo. Pero lo cierto es que mientras yo recitaba poemas donde por ejemplo me reía de la fiebre tecnológica de nuestros días, ellos quizá hubieran querido escuchar estas viejas palabras de Quevedo, el estudiante más afamado de la Universidad de Alcalá, unas palabras de una España que era en el siglo XVII antisemita, unas palabras de un poema que, a pesar de su humor, es precisamente eso: antisemita y racista. No sé, quizá los padres hubieran preferido poemas antisemitas y racistas. Luego que se lo expliquen a sus hijos. Claro que hubiera podido escoger otro poema de Quevedo, por ejemplo ese que decía aquello de:

(...)

Dicen que un tiempo tan cobarde anduve, 
que por vos muerto estuve,
y yo digo de mí, que, si os quería,
por poquísima cosa me moría;
pero sé, que aunque me he visto loco,
que cuando os quise a vos, quise muy poco.

(...)

Para un juego de títeres sois dama,
que no para la cama,
pues una vez que la merced me hicisteis,
cuando menos, pensaba que os perdisteis;
y dos horas después, envuelta en risa,
en un pliegue os hallé de la camisa.

(Francisco de Quevedo, fragmento de "A una mujer pequeña", siglo XVII). 

Y eso pues también es poesía del Siglo de Oro español, el XVI al XVII, ese que parece que ayer tanto querían escuchar los ciudadanos. Ahora bien, si yo hubiera leído esto en la Calle Mayor ayer, ¿no me hubiera metido en un follón? Pero es que, si alguien quería escuchar a poetas clásicos, también podía haber recitado a Espronceda... Oh, Espronceda, qué bello él... su romanticismo del siglo XIX, sus cien cañones por banda... pero es que resulta que Espronceda, como todo humano, también sufrió desilusiones, y podía haber leído algo de él en esa línea, que hubiera ido más acorde con mi linea, por ejemplo esos versos de:

Alejaos, oh musas del Parnaso
id a joder en vuestras frescas grutas
apresurad, apresurad el paso,
pues tenemos aquí sobradas putas:
sin ser yo Dante, o Camoens o Tasso,
me cago en vuestras cestas y en sus frutas;
id a joder, que por mi cuenta obro
y a cantar la mujer me basto y sobro.

(...)

(Espronceda, fragmento de "Invocación a las musas", siglo XIX).

O tal vez hubieran preferido versos clásicos con palabras sin palabrotas, bueno en ese caso a lo mejor debería haber leído esto otro:

(...)

Aunque sea pecado contra nuestro Señor
dirigirse a una monja el galanteador,
¡ay, Dios!, ¡ojalá fuera yo mismo el pecador!
¡Ya haría yo penitencia, consumado el error!

(...)

(Arcipreste de Hita, fragmento del "Libro de Buen Amor", siglo XIV)

Y luego que sean los padres quienes expliquen a sus hijos la belleza de estos versos, ya que tanto hubieran podido querer escuchar clásicos. No sé, o quizá podría haber citado a Lorca, que a todo el mundo le gusta por convención, ya que muchos no le entienden, hubiera podido leer aquel del estribillo que dice  "Verde que te quiero verde", que en realidad es un poema que describe la piel verde de una muerta en el fondo de un río, con el pecho lleno de ranas, o sea: putrefacta. O podría haber elegido estos otros versos del poeta granadino:

(...)

¡Salve, demonio mudo!
Eres el más
intenso animal.
Místico eterno
del infierno
carnal...

 

¡Cuántos encantos
tiene tu barba,
tu frente ancha,
rudo Don Juan!
¡Qué gran acento el de tu mirada
mefistofélica
y pasional!

(...)

(Federico García Lorca, fragmento de "El macho cabrío", en Libro de Poemas, 1921)

Efectivamente, dedicado al Diablo y a los pecados como algo humano y positivo, y no como algo malo que nos lleve a penitencia. De hecho leí un poema propio sobre la crisis espiritual. Quizá les hubiera gustado más que se lo hubiera dedicado al Diablo en lugar de hablar de lo humano. Quizá en ese sentido hubieran preferido a Blas de Otero:

Lástima

Me haces daño, Señor. Quita tu mano
de encima. Déjame con mi vacío,
déjame. Para abismo, con el mío
tengo bastante. Oh Dios, si eres humano

 

compadécete ya, quita esa mano
de encima. No me sirve. Me da frío
y miedo. Si eres Dios, yo soy tan mío
como tú. Y a soberbio, yo te gano.

 

Déjame. ¡Si pudiese yo matarte
como haces tú, como haces tú! Nos coges
con las dos manos, nos ahogas. Matas

 

no se sabe por qué. Quiero cortarte
las manos. Esas manos que son trojes
del hambre y de los hombres que arrebatas.


(Blas de Otero, Ancia, 1958).

Claro, que siendo una calle con tanto sacerdote de un lado para otro con la catedral al lado, lo mismo al día siguiente hubiera salido en la prensa para dar explicaciones o porque me exigieran pedir perdón por vaya usted a saber qué presunta ofensa cometida contra la religión.

De todo se puede escribir, y de todo se debiera poder ser capaces de escuchar o leer. La cuestión no es lo que se dice, sino la interpretación de lo escuchado o leído.

Y es que realmente lo de ayer fue algo curioso. El patio de la Casa Tapón fue cambiado en el momento por el comienzo de la Calle Mayor. Bueno, eso era algo menor. La lluvia retrasó el comienzo media hora. La gente que nos antecedió dio un buen espectáculo de danza oriental y cuentos de "Las Mil y Una Noches"... ahora bien, los pobres no tuvieron micrófono durante más de media actuación y cuando lo tuvieron el sonido funcionaba fatal. Tan mal estaba la cuestión auditiva que, sinceramente yo no entendía nada de lo que decían, oía el ruido de sus voces, pero nada más. Creía que quizá era cosa mía, pero de repente varias amistades se volvieron en diferentes ocasiones para decir lo mismo, y aún varios desconocidos murmuraban lo mismo entre ellos... O sea, que no les escucharon sus cuentos y, sin embargo, se quedaron allí y aplaudieron en todas las ocasiones que había que aplaudir. Bueno, quizá era porque lo único que les importaba era ver a las bailarinas del baile oriental, pero flaco favor al resto. Si mi intervención y la de Sergio ya empezaba con algo de retraso, esto empeoró cuando un problema técnico en el sonido y en la guitarra nos retrasó otra media hora más... una hora de retraso. El problema de la guitarra era serio, derivó en la rotura de una cuerda mientras se intentaba solucionar, y aún con todo fue un problema irresoluble. Hicimos desafinados más de la mitad de actuación, habiendo perdido en la espera del comienzo a todo el público que había atraído la gente de "Las Mil y Una Noches". Nos pasaron una guitarra nueva pasado más de la mitad del recital, pero eso implicó que hubiera subidas y bajadas de sonido desde la mesa de sonido porque, simplemente, había que sintonizarlo bien mientras la actuación seguía, y eso da mucho malestar a un espectador normal y corriente, a mí me lo hubiera dado. A eso se sumó la infiltración por los altavoces de las pruebas de sonido de quienes nos sucederían, el frío, momentos de lluvía, la noche, que no nos hubiera atrapado si se hubiera seguido el horario normal, pero a la noche se le añadió el problema de que no tuvimos un foco de luz para que yo pudiera leer, un foco de luz que, posteriormente, sí lo hubo en el siguiente espectáculo. Por otro lado, uno reconoce que al ser mi poesía no muy conocida, no atrae tanto a la gente como pudo atraerles los de la actuación siguiente, la Chelitus Party, que recitaron desde el balcón (nosotros lo hicimos a pie de calle), "La vida es sueño" de Calderón de la Barca, disfrazados de época. Yo no soy muy de disfraz, no soy partidario de que guías turísticas o actos literarios tengan que recurrir al disfraz, a veces me hace pensar aquella historia china del sabio que señala la luna y la gente que le mira el dedo. Aún con todo, alguna vez he usado complementos (que no disfraces). Pero es cierto que es un recurso más que a la gente le gusta y le llama la atención. Se paró un mayor número de gente. El sonido con ellos al fin estaba bien ecualizado. Ahora bien, mucha gente sólo mostró un mayor respeto cuando oyeron los famosos versos de Calderón de la Barca que dicen: "que la vida es sueño / y los sueños, sueños son". Tengo la impresión de que si en ese momento les hubiera preguntado a los presentes que qué había dicho Ramón, el actor, en los cinco minutos anteriores de poesía teatral que llevan a esos versos finales, no hubieran logrado explicármelo. Y es que esto es España, y en España cuenta no lo que te gusta, sino lo que le gusta a los demás, que se asume como gusto propio. La Chelitus Party hizo un buen espectáculo, era cuestión del público. A la contra de esta anécdota, en torno a mi actuación previa, tengo la satisfacción de que al final del espectáculo se me acercó un estadounidense a felicitarme por mis poemas y a interesarse por poder leerlos en algún lugar, cosa que, aún yo en busca de editor, no es posible. Salvo mis amistades, el resto de gente, en cuanto a lo mío, estuvo un tanto indiferente, cosa que en otros ambientes y ocasiones no ha solido ocurrir. Y con tanto problema técnico no me extraña, lo deteriora todo mucho. Fue, con creces, el peor recital de poesía que he dado en todos estos años de recitales, aunque no fue en absoluto por falta de voluntad tanto nuestra como de los organizadores.

Bien es cierto que asumo mis errores, pero también los hubo de, en fin, una serie de fallos técnicos, algunos inevitables por la climatología. Pero también creo que el público, excesivamente acostumbrado en esta ciudad al Siglo de Oro, debiera ser consciente de que deben empezar a acostumbrarse a literatura en la calle de nuestros días, o al menos de nuestro siglo, o del siglo XX. Y eso es ya cosa no sólo de los creadores, sino también  de las instituciones municipales, que valientemente apostaron por nosotros en esta ocasión, aunque es algo excepcional hasta la fecha, y de todos aquellos que tengan lugares donde se puedan realizar estos actos, cosa que sí vienen ocurriendo, aunque con deficiencias, en los últimos años. O en otras palabras, si a Lorca, Hernández, Machado, Aleixandre, Alberti, o al propio Gabriel García Márquez, jamás se hubiera detenido nadie a escucharles por ser sus creaciones algo nuevo, no los podríamos disfrutar. El problema, por otra parte, no es de los textos, por ejemplo de los expuestos en este post. Los creadores crean con aquello que les motiva. Hay que abandonar la mojigatería y lo políticamente correcto, junto a las reservas por parte de mucha gente a querer escuchar lo nunca antes escuchado. Eso no quiere decir que todo sea válido, pero sí que un autor no es en absoluto un educador, y eso hay que tenerlo en cuenta. Si un autor fuera un educador nos tendríamos que olvidar de obras donde no hay ningún ejemplo humano positivo, como por ejemplo el afán de venganza absoluta de "El Conde de MonteCristo", de Alejandro Dumas, los poemas y relatos descarnados de Bukowski, o las denuncias sociales de un Bob Dylan, por no hablar, de nuevo, de casi toda la obra poetica de Lorca, donde abundan violaciones, muertas en las aguas, peleas a navaja en reyertas y venganzas y palizas de la guardia civil a gitanos. No es una cuestión de las temáticas de ellos o mías, es una cuestión de la sensibilidad con la que se escribe, lee o escucha.

Estuvo bien, en general, la jornada de ayer. Y a quien le gustó nuestro recital, le gustó bastante. Me crucé con alguna persona que lo vio, al menos en parte, cuando tras los actos me fui con mis amistades a celebrar con algo de retraso mi cumpleaños, y en esos momentos privados me felicitaron en persona. Tanto la gente que nos precedió con sus cuentos musulmanes de la Edad Media, como los que nos sucedieron con sus historias del Siglo de Oro, lo hicieron genial. A todos poco más o menos, nos afectó, sin duda, los problemas técnicos, sobre todo los climatológicos. Ellos obtuvieron más gracia del público, sediento de clásicos o de danzas orientales. Nosotros, tuvimos al público que le interesó la nueva creación. En conjunto se hizo un buen trabajo, aunque no mantuvimos relaciones organizativas entre nosotros. Pero se hubiera podido hacer mejor. También es verdad que esa noche había en los bares nocturnos de la ciudad una gran cantidad de conciertos programados, en uno de ellos incluso el festival del aniversario de unos promotores de la ciudad, y la mayor parte de mis lectores es gente joven, que, ayer, estaban a punto de entrar en todos esos conciertos. De hecho abundó gente de mediana y avanzada edad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La autenticidad es una cualidad escasa y poco valorada

Canichu, el espía del bar dijo...

Gracias.