martes, agosto 18, 2015

NOTICIA 1512ª DESDE EL BAR: UN MAL BUEN INICIO (capítulo 4 de 13)

Fabra y Ruiz tienen para desayunar otro cadáver. Llegamos al cuarto capítulo de Un mal buen inicio. El relato conjunto con, y ideado por, Luis Abad, cuenta hoy con ilustración de Ramón, Ramonadas. Mientras que con Chicha "Excelentísimo Chechu" y Zia Mei vamos perpetrando el resto espero que os vaya gustando esta historia de crimen. Que la cerveza os acompañe.


UN MAL BUEN INICIO
Capítulo IV


*…Habrá un cambio en profundidad en los componentes del actual ejecutivo. De momento el ministro que se ha confirmado que no renovará al frente de su cartera es Wert. Dejará Educación, Cultura y Deporte para ser embajador de ACNUR en…

La voz del telediario de vez en cuando sobresalía entre el ruido de las conversaciones y el sonido de tazas de café, en competición con el estruendoso ruido de la cafetera industrial que calentaba la leche con un chorro de agua caliente sumergido en la lechera que sujetaba el camarero. Fabra había escuchado por encima alguna de las noticias. Un secuestro, una crisis de gobierno, combates en Oriente Próximo con bombardeos aéreos. El periódico deportivo tenía una mujer en bikini en su contraportada que afirmaba gustarle el esgrima. Dejó el diario sobre la barra, fue rápidamente atrapado por un hombre calvo y cercano a su jubilación. Fabra se reclinó sobre la barra pensando mientras observaba el interior de su taza. Las noticias de la televisión aún no habían dicho nada de Operación 38, a pesar de que el día anterior había ocupado un mínimo de cuatro minutos en la sección de noticias nacionales en un par de cadenas. Probablemente ese día volverían a hablar de ello cuando llegara la parte de sucesos. La noticia del día era la crisis de gobierno. Volverían sobre el torso mutilado de la Operación 38 cuando el presidente Rajoy volviera a su laconismo de no decir nada nuevo. Su unidad había tenido especial cuidado de no dejar pasar demasiada información, así que los periodistas tampoco tenían demasiado material con el que trabajar. Sólo la prensa local le dedicaba extensos espacios informativos. Aún no le había dado tiempo a escuchar las emisoras de radio asentadas en la ciudad. El semanario Puerta de Madrid acababa de publicarse, no les había dado tiempo a llevar a la imprenta nada sobre el crimen. Pero el Diario de Alcalá, a través de su página cibernética había dado ya hasta tres titulares relacionados. Fabra barajaba en su mente cómo podría hacer reaccionar aquello a su presa. Aquello era el ajedrez.

La inspectora Ruiz llegó desplomando su pesado bolso sobre la barra, casi rozando el platito que atrapaba el poso del café de Fabra. Saludó, pidió rápidamente otro café y un pequeño bocadillo del tipo pulga de atún y se fue enseguida al servicio. El camarero trajo lo pedido. Fabra pagó toda la cuenta con monedas sueltas. Era la cantidad exacta. Se quedó embelesado mirando la pulga de atún. El leve color marrón claro del pez lleno de aceite de oliva asomaba por los bordes del pan. Le resultaba extraño que aquel animal hubiera nacido libre en el mar, quizá en el Atlántico Norte, quizá en las aguas de Cádiz o en las de Asturias, y que hubiera vivido ajeno a que su futuro era ser devorado no por otro pez, sino por seres humanos, en concreto por la inspectora Ruiz, dentro de un pan cuyo origen estaba en el trigo de un campo lejano también a Alcalá de Henares. Allí, a cientos de kilómetros del mar, sin que Ruiz jamás se hubiera subido a un barco a pescar, ni hubiera ido todas las mañanas a cuidar del trigo de algún lugar quizá de la meseta española, en el centro de la península Ibérica, reposaban los restos mortales de aquel pez muerto por otros y cuidadosamente preparado para poder ser comido por personas cuyo único mérito era haber pagado por ello. Aquel atún ya no tenía ni forma de atún. Un atún era un animal formidable y enorme que costaba años que adquiriera el maravilloso cuerpo lleno de fuerza que le propulsaba por las corrientes marinas. Luego el acoso en las almadrabas por parte de unas cuentas personas, o la red de un potente barco de pesca de una empresa multinacional que arrastraba sin distinción toda clase de vidas acuáticas y su final era terminar como un pequeño pedazo de su cuerpo interior ahogado en aceite de oliva. Algo tan lejano a la forma de un pez que, aunque se supiera que era un atún, a nadie le recordaba su pasado, nadando libre… y ni siquiera quien lo comía había luchado con aquel pez para pescarlo.

Ruiz regresó del servicio y le dio un bocado al bocadillo. Fabra le pasó una servilleta de papel para que se limpiara un poco de aceite que le resbaló por las manos. 

-No es por darte el desayuno –dijo Ruiz-, pero llego algo tarde porque han encontrado otro. En Nueva Alcalá, camino del Cementerio Nuevo. Esta vez tiene cabeza y de todo, estaba atada a una rama de un árbol con cuerdas rematadas con cabezas de serpientes decorativas y una corbata de seda. 

-Muy imaginativo. Ahora nuestro caníbal es un nigromante y un capo de la mafia colombiana a la vez.

-Debió costarle subirla allí. Me llamaron por teléfono para que fuéramos. Pedí que me mandaran una fotografía. Mira

Fabra cogió el teléfono móvil de Ruiz y observó el nuevo cadáver, colgando con las cuerdas enroscadas como auténticas serpientes.

-Hay más –dijo Ruiz-, llegó a la comisaría una nota sobre el primer cadáver con un muñeco de barro con un punto negro –Ruiz le enseñó la nota que aludía negramente a la falta de cerebro en vida de quien fue la primera víctima, la decapitada. Aquello hizo sonreír al inspector Fabra. Le gustaba el humor negro.

Ruiz también le dio la fotografía de Jennifer Cebrián. Fabra lo miró todo en sus manos. Leyó aquella nota, “¡qué bella imagen; lástima que no tenga cerebro!”.

-¿Tenía alguna nota? –preguntó Fabra terminando de un trago su café y señalando con la cabeza el segundo cadáver.

-Sí. Decía: “Si me engañas una vez, tuya es la culpa; si me engañas dos veces, la culpa es mía”. Y otra piedra de barro, con dos puntos –contestó Ruiz.

-En el laboratorio me dijeron esta mañana que no hay rastros de agresión sexual en el cadáver de O’Donnell. Estamos buscando desaparecidas en la ciudad, pero no hay ninguna denuncia. Aunque tengamos su ADN va a ser difícil identificarlo con alguien. Si encontráramos el del asesino en él, tal vez…

-Eso sólo si fuera un  agresor sexual, sólo les registramos el ADN si lo son, pero no hay agresión sexual. ¿Y si nuestro carnicero fuera una mujer? Pensamos que el 38 era su número, es un pie pequeño. Podría ser una mujer.

-Podría –dijo lacónico Fabra mientras le recogía el bolso a Ruiz para animarla a que acabara rápido su taza.

-Oye, dame un respiro. Sé que tenemos prisa, pero no le van a bajar del árbol ya.

Una llamada de teléfono sonó en el móvil de Fabra. El inspector contestó monosilábico y colgó.

-Da por terminado tu desayuno tardío, la hija de Cobeño, la secuestrada de las noticias, vivía en Alcalá.

-¿Qué noticias?

-Vamos –dijo Fabra saliendo por la puerta con el bolso de ella.

-¡Eh! –exclamó Ruiz en protesta mientras salía rápida detrás de él. 

-Quien sea el autor de todo esto nos lleva ventaja, no hacemos más que estar a la espera. Hay que encontrar algo que nos saque ventaja –dijo Fabra alcanzando la puerta del conductor de su coche.

En la barra del bar quedó abandonado parte del atún a medio comer entre rodajas de pan.

A las redacciones de periódicos estaba llegando la nota del primer asesinato.

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